Todas las tendencias electorales muestran que Movimiento Ciudadano, el partido del gobernador Enrique Alfaro Ramírez, tendrá una cómoda mayoría en el Congreso de Jalisco.
Las previsiones formuladas sobre el Congreso federal permiten vislumbrar que Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, junto con sus aliados, tendrán la mayoría en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Eso les permitirá mantener vigentes sus premisas, en el caso del mandatario estatal, de “Refundar Jalisco” y del presidente de la República de llevar adelante la “Cuarta Transformación”.
Les quedarán tres años para tratar de imponer sus visiones muy particulares de gobierno, pero no podrán eludir dos responsabilidades clave: 1.- combatir, en verdad y en serio, la galopante corrupción que agobia al país, e impulsar el andamiaje de instituciones y leyes que permita profundizar esa tarea y 2.- Coordinarse en forma inteligente, seria, profesional, sensata y madura, para combatir a la delincuencia común y al crimen organizado, con todos los costos políticos que esa delicada y peligrosa tarea representa.
Ambos tendrán que hacer a un lado las expresiones más ásperas y silvestres de su personalidad, que derivan en confrontaciones agrias, amargas, que en nada han contribuido a que sus respectivos gobiernos caminen en armonía.
Alfaro y López Obrador son controladores, dominadores, ejercen el poder de manera vertical: no tienen colaboradores, sólo subordinados, y quienes no se someten a su voluntad o sintonizan con sus deseos, se convierten en contrincantes o enemigos que deben ser combatidos con vigor. Ambos tendrían que hacer un gran esfuerzo para escuchar más a la gente que gravita en su entorno y que podría aportar ideas valiosas y sensatas.
Se parecen tanto que ambos tienen una singular repugnancia por las críticas y por sus críticos. Alfaro, gobernador de redes sociales, principalmente Facebook y Twitter, tiene animosidad natural contra los medios convencionales, a los que ha llegado a catalogar como “basura”. No es diferente el sentimiento de López Obrador, para quien la mayoría de los medios convencionales son prensa conservadora, “fifí”, sensacionalista y amarillistas, divulgadora de mentiras, en defensa de intereses perversos. Ambos tendrían que serenarse y reflexionar sobre las conductas y los hechos, los desaciertos y los errores, que derivan en críticas a sus respectivas gestiones.
Para combatir la corrupción en Jalisco y en el país, y para enfrentar con mayores posibilidades de éxito la grosera e impune presencia del crimen organizado, se requiere el fortalecimiento de todo el sistema institucional y jurídico que enfrenta ambas calamidades.
a).- Fiscalías autónomas, independientes de las influencias, los ánimos y los intereses políticos, de poderes formales o fácticos, sustraídas de la tentación de utilizar la fuerza del Estado para someter o acorralar a rivales políticos, o para proteger y exonerar a aliados, socios y cómplices.
b).- Fiscalías especializadas anticorrupción autónomas, que investiguen y combatan con toda la fuerza de la ley este cáncer que corroe las fibras más sensibles de la sociedad, para que se castiguen sin excepciones ni privilegios todos los delitos cometidos por presuntos servidores públicos que traicionan la confianza de la sociedad.
c).- Contralorías con autonomía técnica y de gestión, que investiguen, documenten, sancionen en sus ámbitos de facultades, y denuncien abusos y corruptelas en el manejo indebido de los bienes públicos. Que investiguen a fondo los conflictos de interés y el tráfico de influencias de mafias enquistadas en los gobiernos, aliadas con organizaciones delincuenciales de cuello blanco, que en el ámbito privado han hecho fortunas usufructuando contratos impúdicamente ventajosos como proveedores de los gobiernos corruptos.
d).- Auditorías superiores, federal y estatales, independientes de los congresos federal y de los estados, que revisen en detalle el gasto público, que sancionen en sus ámbitos de responsabilidad, administrativa y política, tanto la corrupción como la ineficiencia y la negligencia, lo mismo que las frivolidades y los excesos, además de que promuevan, por las vías civil y penal, la reparación de los quebrantos causados a las finanzas y al patrimonio de las instituciones públicas.
e).- Unidades de Inteligencia Financiera, federal y estatales, que sigan las huella al dinero mal habido, para castigar a los corruptos y recuperar los bienes y los caudales sustraídos del ámbito público, para beneficio personal de funcionarios, sus socios políticos o sus aliados en el ámbito privado. Que investiguen las fortunas sospechosas, acrecentadas al amparo de negocios turbios con dinero y bienes públicos, tanto de presuntos funcionarios como de personajes del sector privado que transitan socialmente con el disfraz de personas honradas y decentes.
f).- Tribunales de justicia comprometidos con la ley, y con su correcta, honrada y oportuna interpretación y aplicación -en todos los ámbitos del derecho-, que cumplan la delicada tarea de brindar seguridad jurídica a las personas y sus más preciados bienes, con jueces, magistrados y ministros, que no estén sometidos a las cadenas de favores y compromisos que les vinculan con grupos políticos, con partidos políticos, con funcionarios de gobierno o de otros poderes, o con poderes fácticos que de manera soterrada son beneficiarios de la corrupción e impulsores de la impunidad.
g).- En lo general deben promoverse y legislarse normas para fortalecer sistemas anticorrupción, federal y estatales, que también combatan el crimen organizado, en los cuales sean determinantes las voces y las voluntades de ciudadanos independientes, sumadas a las de organismos autónomos especializados en estas materias, que diseñen, promuevan, guíen y fortalezcan políticas públicas verdaderas y eficaces para frenar la impunidad, determinadas por voluntades aceradas y corazones valientes, que resistan las tentaciones, las frivolidades y las amenazas.
Sin combate a la corrupción, al crimen organizado y a la impunidad, no hay futuro promisorio, ni “Refundación de Jalisco”, ni “Cuarta Transformación”. (Por Pedro Mellado Rodríguez)