Cada tres o seis años, en época de campañas electorales, mucha gente se vuelve a repetir una pregunta: ¿Qué tan confiables son las encuestas?
La gente tiene que estar preparada, con los sentidos muy agudos y la curiosidad despierta, para analizar las decenas de encuestas electorales que tratarán de posicionar en los potenciales votantes una idea aproximada sobre los resultados de los comicios del domingo 6 de junio del 2021. Por lo general la gente prefiere estar con los ganadores y las encuestas pueden prefigurar escenarios idílicos, pero igualmente erróneos o falsos.
Las encuestas no son asunto de fe, son simples ejercicios estadísticos que podrían equiparse a una fotografía instantánea, que refleje, en un día o días determinados, un estado de ánimo de la gente con respecto a los candidatos que están en la contienda, para algún cargo determinado.
Para las personas que están involucradas por algún interés afectivo, ideológico, económico, político, o de alguna otra naturaleza, con un determinado candidato, la mejor encuesta siempre será la que le ofrezca números más favorables a su favorito. Y por supuesto, descartará de su ánimo aquellas en las cuales las cuentas le resulten adversas.
Existen metodologías probadas durante décadas, que advierten sobre la calidad o certeza de los estudios demoscópicos. Se le confiere, por ejemplo, mayor grado de certeza a las encuestas realizadas en domicilios, con personas cara a cara, que aquellas que se llevan a cabo en forma telefónica. En ambos casos, el grado de dificultad ha aumentado a causa de la pandemia por Covid-19.
Sin embargo, de la misma manera como en la comunicación se están rompiendo paradigmas, debido a la fuerte irrupción de las nuevas tecnologías, de las plataformas digitales, de las redes sociales, de los espacios interactivos en todos los campos de la actividad humana, también se están abriendo universos inexplorados en un amplísimo territorio en el que se pueden sondear los gustos, las preferencias y los estados de ánimo de las personas, utilizando herramientas digitales y nuevas vías de acceso a los ciudadanos como las redes de WhatsApp o los sistemas automatizados para marcar y escudriñar en miles de teléfonos tanto fijos como celulares, mediante la técnica de “robot”, en grabaciones enviadas a los hogares que son contestadas por el propio entrevistado.
Habrá un día en que ni siquiera nos pregunten en alguna encuesta nuestras preferencias o inclinaciones. ¿Ha oído usted hablar de los metadatos?
Bruce Schneier, uno de los expertos más reconocidos en cifrado de datos y miembro de la mesa directiva de la Electronic Frontier Foundation y del Berkman Center for Internet and Society en la Universidad de Harvard, dijo a la revista Expansión, en un artículo publicado el miércoles 4 de mayo del 2016, que los metadatos son el resultado de nuestra vida digital, “cada que usamos un dispositivo digital o algún servicio que requiera del uso de uno como una caja registradora deja una huella de datos que nos involucran: con quién nos mensajeamos, cuánto pagamos por el desayuno, a qué hora entramos en un edificio”.
“Gracias a la llegada de las poderosas técnicas de análisis de grandes cantidades de información que conocemos como Big Data, permiten a las autoridades conocer, a partir del análisis de los metadatos, no sólo nuestros movimientos, comunicaciones y hábitos de vida, también pueden predecir nuestros patrones de conducta y de comunicación”, advertía el experto, anticipando el futuro.
La gente debe prepararse, porque partidos políticos, candidatos y medios de comunicación nos agobiarán con sus encuestas en las seis semanas por venir, pues faltan solo 37 días para los comicios del domingo 6 de junio del 2021, cuando se votará en Jalisco para elegir 125 presidentes municipales, 38 diputados locales (20 de Mayoría Relativa y 18 de Representación Proporcional), así como 20 legisladores federales de Mayoría Relativa.
Hay hechos consumados, del pasado reciente, que nos ilustran sobre la fragilidad que pueden tener las encuestas. Un caso ilustrativo es la elección de gobernador en 2018, cuando ganó Enrique Alfaro Ramírez.
Las proyecciones de triunfo eran amplias y muy optimistas. Un político, ahora funcionario cercanísimo a Alfaro Ramírez, decía jubiloso, unos días antes de los comicios, que esperaban ganar con por lo menos el 51%. El jefe de un departamento de investigaciones y encuestas de un poderoso grupo editorial anticipaba una victoria de Alfaro Ramírez hasta con 52% de los votos. El jefe político de una institución educativa tenía la certeza de que la victoria de su nuevo socio político-electoral iba a superar el 50% de los sufragios.
De cuatro encuestas que compartimos con usted, sólo la que publicó El Heraldo de México el 11 de junio del 2018, realizada por la consultora Arcop, se aproximó al resultado final de la contienda llevada a cabo el domingo 1 de julio del 2018.
Una modesta consultora superó por mucho a algunas empresas de reconocida solvencia informativa, capacidad económica y capacidad técnica, como fueron los casos de Grupo Reforma; la Confederación Patronal de la República Mexicana, que se alió con la Revista Este País y con la Consultora Berumen; y la Universidad de Guadalajara, que hizo su encuesta utilizando recursos y experiencia del Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo.
Una encuesta es sólo una fotografía instantánea del momento. Todas las fotografías pueden recibir retoques o tratamiento digital con Photoshop, para mejorar algunos aspectos, de acuerdo con la necesidad y gusto del cliente. Pero al final, la gente observará con claridad quienes hicieron un trabajo profesional y quienes solo probaron ser unos charlatanes.
Nada está escrito por anticipado en unos comicios, pero una encuesta bien realizada y honradamente procesada, puede ser una herramienta que oriente a un partido o candidato hacia el triunfo o le conduzca a la derrota. (Por Pedro Mellado Rodríguez / Tabla: cuatro encuestas publicadas en diversos medios entre mayo y junio del 2018)