Hace 39 años, cuando la tecnocracia se encumbró en el poder, con la llegada de Miguel de la Madrid Hurtado a la Presidencia de la República (1982-1988), el PRI, hasta entonces todavía partido hegemónico, que se asumía como heredero de la ideología de la Revolución Mexicana, empezó a perder el rumbo y a fracturarse.
El último ideólogo reconocible del PRI, Jesús Reyes Heroles, quien le dio justificación ética y legitimidad histórica a la Revolución Mexicana, advirtió el advenimiento de tiempos difíciles y confusos para el tricolor, en un discurso que pronunció el 5 de febrero de 1979, siendo entonces Secretario de Gobernación, durante el régimen de José López Portillo y Pacheco.
Dijo: “Cuando la sociedad civil sea cada vez más sociedad política, se impide que la administración supla al Gobierno, que los administradores sustituyan a los políticos y que la Administración, convertida en Gobierno, se independice o separe del votante”.
La nueva realidad que se construyó durante los regímenes de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), fue reconocida y lamentada, años después, por los priistas.
En las consideraciones que sirven de preámbulo a la Declaración de Principios publicada en 2001, elaborada durante la Asamblea 18 del PRI, los delegados tricolores enjuiciaron con severidad los desaciertos de las administraciones neoliberales de Salinas de Gortari y Zedillo Ponce de León, a quienes responsabilizaron de la pérdida de la Presidencia de la República en los comicios de julio del 2000, en los que resultó triunfador Vicente Fox Quesada, el candidato postulado por el PAN.
En la página 302 de la Memoria de esa Décima Octava Asamblea, se advierte: “Hacia 1989 se reemplazó el modelo económico del nacionalismo revolucionario por otro de marcada tendencia neoliberal, en el que se otorgó mayor espacio al capital extranjero y al redimensionamiento del Estado, así como a un pragmatismo carente de fines sociales”.
Agrega: “Estos agentes generaron reducciones en el proceso económico y sobre todo en el bienestar social, ampliando aún más la brecha entre los pocos muy ricos y los muchos muy pobres en nuestro país. El modelo neoliberal ha hecho mucho daño a México y deterioró las alianzas tradicionales de nuestro partido con los sectores sociales. Por falta de apego a los valores del nacionalismo revolucionario, el PRI perdió identidad ante los ciudadanos y ante su propia militancia”.
Reprocha: “Por falta del apego a los valores del nacionalismo revolucionario, el PRI perdió identidad ante los ciudadanos y ante su propia militancia”.
El entonces Secretario General del PRI, Emilio Chuayffet Chemor (ex Gobernador del Estado de México 1993-1995, ex Secretario de Gobernación 1995-1998 y luego Secretario de Educación en el gobierno de Enrique Peña Nieto), fue el coordinador de la Mesa “Principios y Valores: Declaración de Principios”, en esa 18 Asamblea General de Delegados, que se llevó a cabo del 17 al 19 de noviembre del 2001 en San Luis Potosí.
Los trabajos de la tribuna de debate Declaración de Principios del PRI fue coordinada por el ex Secretario de Gobernación (1970-1976), Mario Moya Palencia y participaron en ella, entre otros, los jaliscienses José Luis Leal Sanabria, entonces diputado local 2001-2004 (ex Secretario general de Gobierno, 1992-1995), y Juan José Bañuelos Guardado (ex Alcalde de Zapopan, 1986-1988 y después Contralor del Estado 2013-2016), quien era integrante de la Comisión de Procesos Internos del PRI en Jalisco.
Era dirigente nacional del PRI Dulce María Sauri Riancho, quien actualmente preside -en su carácter de legisladora tricolor- la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
La fractura priista afloró una vez más el lunes 2 de enero del 2017, cuando el senador priista Patricio Martínez García (también ex Gobernador de Chihuahua 1998-2004) reclamó al entonces presidente nacional de su partido que avalara el alza de los precios de combustibles aprobada por la administración de Enrique Peña Nieto.
Dura, agresiva, la carta del senador chihuahuense, fue como una pedrada en el ojo de la entonces llamada nueva clase política priista.
En carta que compartió con sus compañeros en el Senado de la República, Martínez García dice: “La relativa mayoría parlamentaria no la obtuvimos ofreciendo un gobierno ‘responsable’ que aplica teorías de doctores llegados del extranjero a escritorios, desde los que se ofende de muy variadas formas a la buena administración, a la razón aritmética y sobre todo, a la defensa que un partido debe hacer como factor de ponderación entre teorías mal aplicadas en tiempo y concepción y la realidad en las banquetas, paisaje desconocido desde esos escritorios”.
Reprocha que el PRI hubiese empoderado “a un grupo de economistas doctorados, que están creando en seis meses un mercado de precios inflados para hacer rentable a particulares extranjeros su inversión, y con esto mandar al fierro viejo la bisagra partidista que sostiene la puerta de entrada al foro donde está el pueblo”.
Ese PRI depauperado, sin identidad ni rumbo claro, conmemora hoy 92 años desde su fundación, como partido Nacional Revolucionario, el 4 de marzo de 1929. (Por Pedro Mellado Rodríguez)