Los resultados de los comicios del próximo domingo 6 de junio del 2021 nos darán la pauta para saber hasta dónde alcanza el entusiasmo del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, y de su secretaria de Planeación y Participación Ciudadana, Margarita Sierra Díaz de Rivera, para llevar a cabo la consulta sobre el Pacto Fiscal, durante los próximos meses de agosto y septiembre.
Ayer el gobierno de Alfaro Ramírez informó que el Consejo de Participación Ciudadana y Popular para la Gobernanza aprobó el Dictamen de Procedencia de la solicitud de consulta popular, la cual permitiría a los ciudadanos expresarse sobre la política Fiscal de la entidad, con respecto a su relación con el gobierno de la federación, la que se realizaría en urnas electrónicas durante tres fines de semana consecutivos en las 12 regiones del estado, en grupo de 4 regiones cada uno, el 28 y 29 de agosto, el 4 y 5 de septiembre y el 11 y 12 de septiembre.
Ánimo sin reposo, Alfaro Ramírez es un político que crece en el conflicto, en la confrontación, así ha sido su ascenso en Jalisco desde que se postuló para la presidencia municipal de Tlajomulco en los comicios del 2009. Y la consulta para decidir si Jalisco permanece, se retira o exige modificaciones de fondo en el Pacto de Coordinación Fiscal, es un paso más en su permanente desafío político al gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador, sobre la base de que esa confrontación le es muy redituable.
La consulta sería el relanzamiento del proyecto político de Alfaro Ramírez hacia la trascendencia, para apuntalar su eventual candidatura a la Presidencia de la República en el 2024.
Sin embargo, su suerte y la de la hasta ahora fallida Refundación de Jalisco están atadas a los resultados del próximo 6 de junio, pero en igual circunstancia está el destino de la Cuarta Transformación que promueve López Obrador.
Pronto sabremos si a ambos les alcanzan las fuerzas y les son generosas las bondades de la voluntad popular en las urnas. Ganar o perder la mayoría en sus respectivos congresos, el de Jalisco y el de la República, respectivamente, marcará el futuro fatal o bienaventurado de ambos políticos.
Si ambos ganan sus respectivos congresos, se prolongará y exacerbará durante los próximos tres años esta guerra mediática de ánimos pendencieros. En esta confrontación de vanidades sin límite y recato, no habrá final feliz. Quizá desde ahora -para ambos o alguno de ellos- se estaría labrando la lápida que cubrirá los despojos de un ambicioso proyecto político.
La gente se cansa de las falsas promesas, de la mentira y del cinismo de los políticos que, además, abusan del poder. El desencanto es uno de los sentimientos más profundos que mueven el alma de la gente, porque no deja espacio para el perdón y el olvido. Tarde o temprano llega el momento en que el pueblo castiga a los irresponsables, a los infames y a los canallas.
La hoguera de las vanidades en la que Alfaro Ramírez, en Jalisco, y López Obrador, en la República, pretenden consumir los vestigios pecaminosos de un pasado que consideran indigno, corrupto, abusivo, despilfarrador e ineficiente, sobre cuyas cenizas anuncian el advenimiento del nuevo paraíso, podría consumirlos también a ellos irremediablemente, si su poder se ve mermado luego de las elecciones del 6 de junio.
En las urnas el pueblo nos dirá si está dispuesto a seguir acompañando en sus proyectos políticos al gobernador de Jalisco y al presidente de la República. O en su caso, si abandona a alguno de ellos, o a los dos. (Por Pedro Mellado Rodríguez)