Cientos de peregrinos provenientes de Puebla cruzaron a pie el Paso de Cortés, un antiguo camino entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, dos de las montañas más grandes de México en la ruta que puede tomar más de 12 horas para cumplir su manda.
Para algunos, es una forma de agradecer un favor recibido por la Virgen de Guadalupe; para otros, una petición urgente y para muchos más, una convicción heredada de generación en generación.
Cada año, los peregrinos guadalupanos recorren senderos, brechas y carreteras de todo el país para llegar antes del 12 de diciembre, a la Basílica de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México y agradecerle a venerada imagen, según la tradición católica, ser la madre de Jesús.


