Pocos son los que se ven y se escuchan. Seguramente la gente ya notó que durante las actuales campañas electorales -que transcurrirán entre el domingo 4 de abril al miércoles 2 de junio- la mayoría de los aspirantes a diputados locales y federales en Jalisco han pasado prácticamente desapercibidos para los ciudadanos.
La Cámara de Diputados de la federación y el Congreso de Jalisco son, en sus respectivos ámbitos, la representación más genuina de la voluntad popular. Se presume que los legisladores, todos y cada uno de ellos, son la representación de los más diversos segmentos de la población y de sus muy legítimos intereses: obreros, campesinos, profesionistas, empleados, comerciantes, industriales y la más amplia gama de actividades e intereses que definen a la nación.
La ley establece que los diputados representan al pueblo, abogan por sus intereses, participan en el diseño de las leyes para que estén orientadas en beneficio de la sociedad y exigen su cumplimiento estricto; piden cuentas en nombre de los sus representados a quienes realizan actividades de gobierno; fiscalizan la forma como se utilizan los bienes materiales y el dinero que aportan los contribuyentes para el sostenimiento de la administración pública en sus tres niveles -federal, estatal y municipal-; reclaman el cumplimiento estricto de las obligaciones de los presuntos servidores públicos y vigilan con celo que se cumplan los más altas aspiraciones de justicia de la sociedad, de respeto a los derechos de la gente, y que a través de las buenas leyes, existan condiciones para que la población pueda vivir con seguridad, tranquilidad y paz, que le permitan aspirar a una vida digna y feliz.
¿A qué se están comprometiendo los candidatos a diputados locales, para el Congreso de Jalisco y para el Congreso de la Unión? ¿Tienen claras sus funciones y responsabilidades? ¿Asumen por anticipado que en caso de ser electos su responsabilidad principal será estar en armonía con los intereses y el mandato del pueblo, los cuáles tendrían que defender aún contra la voluntad e interés de las cofradías partidistas a las que inevitablemente estarán vinculados?
La Constitución General de la República dice que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. (Artículo 39).
Algunas de las facultades de los diputados, federales y estatales son muy concretas y muy trascendentes, orientadas a representar y servir al pueblo: Aprobar anualmente el Presupuesto de Egresos de la Federación, previo examen, discusión y, en su caso, modificación del Proyecto enviado por el Presidente de la República. En el caso de los estados aprueban el presupuesto enviado por el gobernador, vigilando en ambos casos, que el gasto esté orientado a brindar el mayor beneficio posible al pueblo.
También es obligación de los diputados, federales y estatales, revisar la Cuenta Pública del año anterior, con el objeto de evaluar los resultados de la gestión financiera, comprobar si se ha ajustado a los criterios señalados por el Presupuesto y verificar el cumplimiento de los objetivos contenidos en los programas. La revisión de la Cuenta Pública, para fiscalizar que los recursos se hayan utilizado en forma pertinente y honrada, la realizan los diputados federales a través de la Auditoría Superior de la Federación y en el caso de Jalisco a través de la Auditoría Superior del estado.
Los buenos diputados tendrían que estar inspirados en los principios que el insurgente José María Morelos y Pavón plasmó en “Los Sentimientos de la Nación” el 14 de septiembre de 1813 en Chilpancingo, hoy capital del estado de Guerrero.
“Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto (…) Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados (…) Que para dictar una ley se haga junta de sabios en el número posible, para que proceda con más acierto…”.
Ahora que lo visiten los candidatos a diputados, locales y federales, pregúnteles que van a hacer para promover leyes y crear las condiciones jurídicas que permitan castigar con energía y oportunidad a los corruptos; para que las instituciones de gobierno y los funcionarios públicos sean transparentes; para sancionar con severidad y oportunidad a los presuntos servidores públicos ineficientes, abusivos y negligentes; para obligar a los gobiernos a que garanticen la seguridad, la paz y la tranquilidad en las vidas y los bienes de la población; para que sea verdadera la protección para niños y mujeres a una vida sin violencia, en los hogares y fuera de ellos, y para que tengan el apoyo suficiente para desarrollarse en plenitud; para propiciar en general condiciones que mejoren la calidad de vida de la gente, una mayor y profesional eficiencia en los servicios de salud pública, estándares superiores en la educación que obligadamente debe ofrecer el Estado y para que se promueva el empleo digno y bien remunerado.
También la gente debería observar con mucho cuidado y atención a quienes le piden su voto y su confianza -mujeres o varones por igual-, para medir su dimensión moral y ética, de personas sensatas, maduras, sensibles, honestas, honradas, valientes, porque es común que los partidos defrauden a la sociedad, desde el momento en que postulan a personas frívolas, superficiales, ligeras de juicio y de carácter, vacías e insensibles a las necesidades del pueblo, cuyo único afán es hacerse del poder, para gozar y abusar de los privilegios.
En este momento hay en Jalisco, en los 20 distritos electorales, 261 candidatos a diputados locales y 125 aspirantes a legisladores federales. La gente debe ser más exigente y rigurosa para evitar que los falsos redentores lleguen a las máximas representaciones del pueblo en Jalisco y en la República. Ya es tiempo de poner un alto a los simuladores, cínicos y sinvergüenzas que contaminan la vida pública del país y defraudan a la sociedad. (Por Pedro Mellado Rodríguez)